La partida de un amigo a otro país siempre es algo difícil. Hay lugares comunes, como aquello de que para los amigos no hay distancias, que la comunicación hoy día es tan fácil y masificada que uno termina hablando tanto o más con sus amigos distantes que con los que convive en el mismo barrio.
Lo cierto es que hace unas semanas me enteré que mi amigo Pablo se va a vivir a España. En realidad, todos sabíamos que estaba esperando la posibilidad, pero cuando llega el momento las emociones se mezclan.
Pablo no es un amigo más, es un amigo muy especial. Podría escribir un libro entero desde que lo conocí, a los 6 años, en la escuela primaria.
Pablo siempre tuvo un carisma especial entre sus compañeros, siempre fue muy querido y respetado, era líder sin proponérselo, era algo natural en él.
Hay cosas de esas amistades que empiezan en la infancia más tierna y que uno no se olvida más, o eso espero. Por ejemplo, fue el primero de mis amigos que invité a Padua, a la casa de mi padre, pasabamos los fines de semana enteros jugando al fútbol con mi hermano y los chicos de enfrente. De esos fines de semana atesoro una foto: abrazados, él con su camiseta de River y yo con la de Boca.
Él de River y yo de Boca, me acuerdo, también, del día en que el Pelado Díaz volvió a River. Él era socio de ese club e iba a la cancha...era un viernes por la noche y siento gritos en la calle: Pablo, con Guido, cantando que el Pelado volvía a River para ser campeón. Siempre discutíamos de fútbol, éramos muy fanáticos y apasionados, no nos dejábamos pasar una.
Con él y Guido vimos juntos la final de la Supercopa Cruzeiro - River, ese día me divertí yo... y en su casa.
Otro recuerdo importante que tengo de él, es el de un día que había venido a mi casa, era de tarde y me avisaron que un hombre, muy amigo de la familia de mi madre, había fallecido. Para mí fue un gran golpe. Primero porque no se me había muerto gente cercana aún y segundo porque era un tipo muy especial, con quien compartíamos incluso las vacaciones. Pablo ese día me dejó desahogar primero, después se fue a hablar con mi madre y por último me invitó a dormir a su casa. Terminamos viendo una película de Olmedo y Porcel y charlando de fútbol y chicas hasta muy tarde.
También me hospedaba en su casa cuando en 7º grado hacíamos el curso de ambientación los miércoles y viernes para entrar al secundario. Merendábamos y de ahí nos íbamos al colegio en el 96 que paraba en la esquina de su casa. Me acuerdo, todavía, de la mermelada de naranja casera con que se endulzaban las tostadas de pan lactal.
Con Pablo, y ya lo dije en otro artículo, formamos aquel equipo de los sábados que parecía imbatible. Él jugaba de defensor, puesto en que siempre jugó bien pero se perfeccionó en la escuela de Hugo, los sábados bajo la autopista. Mucha seguridad, sacrificio y un pase al ataque que siempre sorprendía. Hoy día jugamos juntos los lunes y, desde el arco, es el defensor con el que más seguro me siento, conoce el puesto, tiene oficio y no hace salvajadas que nos expongan a todos.
También algún tiempo estuvimos distanciados, ¿para qué negarlo?, si así fue, pero volvimos a hablarnos y entendernos como antes sin que mediara media palabra. Él mismo lo dijo, "entre los amigos no hay nada que hablar..." y punto ahí quedó y ahí lo dejo yo, fue algo muy amargo, uno de esos tragos que tanto cuesta digerir.
También pasamos vacaciones juntos en Mar de Ajó y hasta intentamos armar una banda de rock que finalmente no funcionó, aunque por ahí, en casa, seguro hay alguna canción que compusimos juntos, aparte de un cassette con algunas grabaciones trasnochadas que todavía, alguna vez, me gusta escuchar.
Lo cierto es que Pablo se va a España, se va en busca de un proyecto, de una historia de vida. Pablo no improvisa, sabe lo que quiere y lo busca. El desafío lo tiene por delante y allá va, va con sus esperanzas, con sus ganas y, sobre todo, con su espíritu capaz de soportar el sacrificio para llegar a la meta.
Le deseo el éxito y la felicidad, él se la merece y mucho. Ojalá encuentre en esas latitudes lo que busca y que no encontró acá. Como amigo sabe que uno siempre está, que nos podemos comunicar, que las novedades y las noticias hoy cruzan el atlántico en menos tiempo que lleva caminar las 6 cuadras entre su casa y la mía.
Desde aquí lo despido, me va a costar mucho más el día que tenga que hacerlo personalmente, espero que haya tiempo para una cena antes o, al menos un café. Desde aquí, entonces, Pablo, hasta leuego. Pablo, lo mejor...
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