martes, 19 de diciembre de 2006

"...No hay mucho más en la vida..."


Cierta noche, charlando con un amigo, y mientras tomábamos un café en la terraza de la casa de una amiga común, surgióel tema de aquellas cosas que uno se permite soñar, incluso estando despierto. Yo le conté mi meta, la de vivir mis últimos años en una casa con jardín, árboles frutales, pajarera, tal vez perros, una gran biblioteca y mucha sencillez. El me contó con detalles de arquitecto, cosa que no es ni sueña ser, su proyecto del quincho propio en su PH. Imaginó hasta los comensales y los manjares, cada lugar, cada rincón se vaciaba de su original nada para llenarse con algún objeto de variada utilidad, fue como un viaje imaginario a ese lugar que ya tenía impregnada su magia, a pesar de su existencia en la virtualidad.

Mientras se enfriaba el café, entonces, me contó, seguramente para justificar nuestro divague onírico, aquello que un cuñado suyo le había dicho una vez, una frase que nunca pudo olvidar.
Resulta que su cuñado tenía un trabajo en el sur del país, en un lugar no demasiado poblado, al que había llegado producto de sendos traslados. El asunto es que al tipo se le venía encima el tiempo de la jubilación, ante lo cual mi amigo le preguntó que iba a hacer una vez jubilado. Claro, la lógica le indicaba una respuesta del tipo "buscaré casa en Buenos Aires", "me pondré un Kiosco", "compro un coche y lo hago remisse"...pero no, el cuñado le dijo que se quedaría en ese pueblo inhospito donde trabajaba, con suficiencia y convicción, con mirada pícara, sabiendo lo que esa respuesta provocaría en su interlocutor. Mi amigo, aporteñado él, le preguntó entonces, qué iba a hacer en un lugar como ese, al que, claro, no le veía demasiados atractivos. La respuesta lo pasmó. Con aire despreocupado y como ensayando una reflexión con tono filosófico le dijo..."Leer, viajar...no hay mucho más en la vida...".
Entendí que nunca se olvidara de ese diálogo...pero mucho más se lo agradecí.-

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