Particularmente tengo por hobby dedicarme a la cría de peces, incluso, hoy día tengo en mi casa dos peceras, una en el living y otra en mi estudio. Vale aclarar que a esto me dedico desde mis quince años, o sea la mitad de mi vida (aunque la cuenta en cuestión me horrorice), por lo tanto ya tengo más o menos conocidos los hábitos de estos simpáticos animalitos acuáticos.
De más está decir que a mí ya no me sorprende la conducta que cada uno adopta desde su ingreso a la pecera ni su comportamiento diario en lo sucesivo. De hecho, yo ya he realizado un "cásting" previo en el acuario durante una media hora que me permite predecir el carácter de cada uno y que rol ocupará en la pecera. De esa manera uno sabe si los peces que está mezclando tendrán una convivencia más o menos pacífica. Incluso si alguno tendrá inconvenientes para alimentarse, o simplemente para sobrevivir debido a su tamaño.
Lo cierto, y a ello voy con estas líneas, es que al ver Gran Hermano, el programa que emite TELEFE en sucesivas ediciones y/o segmentos, me recuerda al comportamiento de los peces ornamentales ya que es una cosa sin explicación, al menos desde el punto de vista instintivo de los humanos.
Desde el principio la historia se desarrolla más o menos igual, el matíz sería la composición biológica de los organismos en cuestión.
Primero, la productora realiza un cásting, elige las X personalidades que le son necesarias para generar las porciones de caos y armonía necesarias para lograr el codiciado rating. Del carácter de cada elegido será el grado de manipulación que el Gran Hermano tendrá sobre él una vez que empiece el encierro.
Gran Hermano ya sabe que rol va a ocupar cada participante, de ahí en más las distintas actividades y disparadores que el omnipresente les proponga serán con el claro objetivo de generar alguna reacción que mejore la expectativa del programa.
Uno puede ver el primer día nomás como todos van juntos de un lado a otro con su maletín de ingreso, como a veces van hasta tomados de la mano, como con miedo a perderse...
Pocas horas después ya veremos grupúsculos, que, de cualquier forma, no serán los definitivos. Algunos ya se van acomodando en sus rincones. Unos en la pieza, otros en la mesa del comedor, algunos en la cocina y otros en el patio.
Quizás no el primero, pero al segundo día ya empiezan las largas sesiones de confesiones y los diálogos típicamente fogoneros.
Unos consideran imposible nominar a gente tan buena, otros confiesan pasados vergonzantes, algunos con pudor, otros con orgullo, se relatan tediosas y tristes historias de familia, siempre hay un par que ya se miran con cariño, y no faltan ni la historia homosexual ni la madre que dejó uno o más hijos afuera a cuidado del "desgraciado" del padre.
Seguramente las primeras reuniones grupales versarán sobre el deber de sinceridad como un código inquebrantable. El horario deja de existir y se dormirán con los primeros rayos de sol y almorzarán a la media tarde.
Después llegan las nominaciones, ahí sobrevienen las desilusiones, los cálculos aritméticos, la desconfianza hasta en la sombra. Es el momento en el que aquello de que todos son buena gente se abandona para empezar a ser una competencia, tal como quiere la producción.
Así veremos como el líder empieza a llenar la cabeza de los más calladitos, el contralider hará su trabajo de convencer a los ya convencidos, los más seguros seguirán con su vida pero los inseguros...los inseguros caen en el infierno y se sofocan por el encierro. Empiezan a preguntar para saber porqué los nominaron, abandonan su personalidad y se vuelven serviles para congraciar al resto, buscando oxígeno por si zafan, extrañana el afuera pero dan su vida por el adentro, dicen querer salir, que están decepcionados y bla bla bla pero pegan un salto que nos recuerda al mejor Soldán cuando saben que se salvaron de salir de la casa. Ese día el infierno termina, lloran por la tensión contenida, se abrazan con quien se le cruza por delante y vuelven a querer a todos.
En cambio, si les toca salir dan rienda suelta a su rencor, hablan de todo y de todos, claman por la inocencia de sus afines y piden la ejecución pública y gratuita de quienes fueron más capaces y lo eliminaron (si puede hablarse cabalmente de capacidades). Para ello desfilarán por cuanto programa de TV se pueda, a cualquier horario y en cualquier lugar, siendo parte del segundo cásting de su incipiente carrera. Ahora hay que ver quién mide bien en pantalla, quien genera y sostiene mejores escándalos y así se forjan una carrera en el medio en tiempo récord y sin necesidad de quemarse las pestañas.
Todo esto en casa no trascurre de forma muy diferente a la de tener una pecera en el comedor. A las pocas horas uno ya puede tener encendido el televisor en el canal en vivo de este programa mientras se dedica a los quehaceres diarios, ignorando la mayor parte del tiempo qué sucede en la caja boba. En ese momento habrá un participante tímido sentado en una pieza o un pez tímido detrás de una piedra. Habrá un líder natural que habla fuerte mientras no deja de recorrer la casa comprobando que todo esté bajo control o un pez, más gordo o veloz que los demás que no cesará de dar vueltas por la pecera, golpeando a quienes se lo topan, dejando en claro quien manda allí. No faltará la parejita que se deshace en arrumacos ni 2 peces que se persigan como tortolitos. Estará el más rapido para armar su estrategia de supervivencia, como habrá un pez rápido para alcanzar mayores porciones de alimentos que aquellos rezagados.
Lo cierto es que entre estrategias y relaciones humanas sinuosas 18 personas conviven en busca de un modo de vida ocioso pero superviviente, seguramente muy inferior al medio de vida externo, excepto que este fuera excesivamente malo. No hay que olvidarse que lo que esta gente hace durante casi 4 meses es luchar por la pérdida de su propia libertad.
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